sábado, noviembre 18, 2006

Recado de Guatemala

A casi todos los que les conté a cerca de mi viaje a Guatemala los invadió el mismo ataque de creatividad e hicieron la misma sórdida pregunta que me encargué de responder de una manera un tanto raro en mí: con respecto e información. Deseo quien que lea no sepa a qué sórdida pregunta me refiero. En tal caso, si entre los lectores se encuentra alguno de los que han formulado la sórdida pregunta, deseo que por un instante la olvide. Decía que raro en mí una respuesta respetuosa e informada, no porque no sea capaz de reunir ambas cualidades en una respuesta, sino que raro que a todos los haya tratado con la misma singular particularidad.

-No, no voy a Guatepeor. Guatemala en verdad logra su nombre producto de alguno voz indígena o nativa de aquellas tierras, de aquellos bosques siempre verdes, de aquellas lluvias tropicales de verano o de las frías de invierno. Justamente la voz Guatemala viene a significar algo así como bosques lluviosos. Eso, al menos leí o escuché en alguna oportunidad, y desde entonces intento evitar el falso chiste de salir en Guatemala para entrar en Guatepeor.

Como sea, o como cada uno imagine, finalmente llegué a un aeropuerto que se encuentra en remodelación para ser el más moderno de Latinoamérica. Lo anuncian para marzo 2007, pero como se veían las obras, pues lo dudo con franqueza y buen juicio. De momento, el destino aéreo de todos los aviones que arriban (o bajan) en Guatemala, llegan a un sitio precario, donde claramente se evidencian ciertas cuestiones que existen en todos los destinos turísticos y de negocios, pero que aquí sobresalen quizás un poco más en un contraste cultural de envergadura.

En casi todos los puestos de migración (mejor dicho inmigración) los primeros en lograr cruzar la línea de ingreso, algo que por más esfuerzo que pongan las autoridades migratorias es un fastidio para los pasajeros de cualquier origen, son los residentes del país de llegada. Están los puestos de atención para residentes y para los inmigrantes. Y los residentes superan con mayor rapidez la barrera del formulario y el visado del pasaporte. Inclusive, en mi reciente visita a Dublín, todos los miembros de la Comunidad Europea pasaban tan solo mostrando el pasaporte, sin sello ni freno alguno. Yo tuve que responder why I was going there, how long I was statying there and finally got my one week permisson. Lejos de hacer como los miemmbros de esta comunidad que desde principios de 2003 desarrolla su economía con el Euro, los chapines, como se los conoce a los guatemaltecos (yo los hubiera bautizado tecos), fueron los últimos en pasar. El primer retraso lo tuvieron en el llenado del formulario de ingreso, lo que me lleva a pensar en el primer freno cultural. O es que estoy tan acostumbrado a esos formularios (salvo la forma de escribir la fecha de nacimiento) tan igualitos entre todos los países que visité, o es que la mayoría de los chapines que viajan (o que viajaron en el mismo vuelo que yo desde México) tiene problemas con sus datos personales.

Así las cosas, los primeros en pasar fueron todos los hombres de traje de calidad y blackberries, que llegaron con hambre de negocios y reuniones exitosas. Una vez pasado el PITA (algo que los americanos con los que me reuní en Dublín me enseñaron: Pain In The Ass, ¿es necesario traducirlo?, no) de migraciones caminamos por un pasillo temporario (o permanente si las obras no llegan a concluirse nunca) de corlock blanco con todos los puestos de los hoteles más caros y exclusivos de la ciudad de Guatemala. Marriot, Real, lo que sea, todos estaban allí, a la caza de clientes con dólares o con pesos mexicanos o con quetzales. Cuando el pasillo pega la vuelta se encuentran los puestos de alquiler de automotor y por último los taxis. Algo lógico, desde el punto de vista de la cantidad de divisas que dejaría uno yendo al Marriot, gastando probablemente más que uno alquilando un coche (carro, auto, automotor, automóvil, léase como le resulte más familiar) y seguramente, mucho más que quienes tomarán un taxi.

Después de todo ello, estaba la verdadera Guatemala. Cientos de rostros teñidos de café, con sonrisas escondidas tras una timidez generada por la diferencia de dinero (en billetes o plástico) entre sus bolsillos y todos los trajeados de mi vuelo. Agolpados en un galpón transitorio (o definitivo, lo sabré cuando retorne por estos pagos), detrás de una valla sin guardias, donde los únicos que se atrevían a franquearlas eran los niños con su frescura y sencillez. Para ellos, aún, no hay diferencias de clases, de dinero, de colores. Si esa ingenuidad no se perdiera nunca y tan solo se pudiera sostener por toda nuestra vida, de seguro viviríamos mejor. Cientos de miradas serias o tristes, hasta que por fin vieron llegar a un chapín. La alegría de propios y extraños se mostró en sonrisas sin dientes que daban la bienvenida al conocido o que pregonaban la llegada de sus propio chapín.

Guatemala City llaman a esta nueva ciudad, nueva por la capital de Guatemala es errante y nómada luego de cada terremoto o luego del castigo de alguno de sus volcanes. Guatemala City, nombre recibido con una clara hipoteca del valor cultural a favor de los gringos. Afortunadamente, Antigua (antigua ciudad capital) reposa distante y hermosa, colonial y tranquila, a una hora de la locura de la city. Un paseo agradable por sus empedrados de siempre, la posibilidad de sumergirse en una librería de viejo, adquirir un libro del Premio Nóbel de literatura Miguel Ángel de Asturias, respirar un aire abierto y fresco, observar el colorido de sus paredes, comprender la importancia de conservar las fachadas de sus techos reconstruidos como lo eran antes luego del terremoto, llegar a la plaza central, lavarse el rostro en la fuente central, una foto para el recuerdo y la vuelta a casa, en un sábado que fue muy largo pero que recordaré con alegría.

No quiero escaparme del objetivo de este blog, por lo que sí tengo una palabra, siempre algo hay.

Uno de los mediodías fuimos a la zona viva de la ciudad (sí, yo también pregunté si el resto estaba muerto) y almorzamos en un restaurante de comida típica, la auténtica cocina chapín. Opté por un suban-ik, no recuerdo si el spelling está correcto (perdón estoy en el vuelo de regreso de Áirlan y todo está en inglés) pero se trata de una especie de estofado, pero hecho de salsa de tomate, como un tuco, pero con los trozos de cerdo, de pollo y de carne, más unos tamales y alguna cosa más. Ahora, se me vienen a la mente de temas jocosos que pasaron en el almuerzo respecto de la comida.

Uno, me preguntaron si era verdad que en la Argentina no comíamos pollo. Yo respondí con naturalidad, que sí, que como no íbamos a comer pollo. Pensé que la pregunta podría tener algún asidero por lo de la gripe aviar que de tanto en tanto es tema instalado. Pero no hice referencia a ello. Entonces la situación fue...

-Si, pollo comemos, ¿cómo no vamos a comer pollo?
-Ah que bueno, porque todos los argentinos que conocemos, nunca comen pollo, sino que siempre piden o preparan possssshhhhho.

Al contrario de lo que hubieran hecho muchos argentinos, me reí con ellos, de nosotros pero con ellos.

Otra situación jocosa fueron los tamales, que vienen envueltos en hojas de banano, que no se comen o que no deben comerse o que bueno, no se acostumbra a comerlos. El mismo jocoso tomó la palabra y contó:

-Hará cosa de un mes, vaa, nos visitó un gringo, vaa. Y le recomendamos almorzar aquí, vaa. Nos había pedido que le comentáramos de lo típico de Guatemala, vaa. Le recomendamos los tamales, vaa. De regreso a la oficina, le preguntamos si le habían agradado los tamales, vaa. El baboso dijo que sí, pero que no lo había gustado mucho la lechuga que los envolvía.

Entre risas y sonrisas, me preguntaron que tal estaba mi recado. “¿Mi qué?”, pensé. Recado se usa en algún otro país de habla hispana para referir a un mensaje que se le deja a un ausente o a un ocupado. Quise ensayar una respuesta que no denotara que no sabía de qué estaban hablando. Pero me di cuenta que ya tenía mi palabra de Guate.
-El recado, ahí, la salsa, vaa vos- me respondieron.
Recado en Guate es salsa, vaa vos. Y, sí, estaba buena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Che
Divertidos relatos,
Gracias por compartirlos.