Este es el relato de unos chicos españoles e italianos que vinieron a Argentina a un Congreso Científico, y que luego anduvieron paseando por Buenos Aires. Es realmente interesante la descripcion de cómo nos "ven".
De viaje nos fuimos a Buenos Aires durante dos semanas con la excusa de trabajar. La razón del viaje era un Congreso Ibero-latinoamericano que duraba una semana. Así que Laura, mi jefa, nos apuntó a mí y a ella al Congreso y nos llevamos a nuestros respectivas parejas... Ya que nos poníamos fuimos dos semanas... Al Congreso en sí fuimos un día, el que nos tocaba estar.
Así que llegamos al mérito centro geográfico de Buenos Aires, barrio de Caballito, donde viven los padres de Laura: Marta y Carlos. Marta llevaba meses preparando nuestra llegada. Incluso nos prepararon un garage en la última planta del edificio para que durmiéramos Rebeca y yo.
Buenos Aires es una ciudad gigantesca, europea, pero con el toque sudamericano característico: barrios con personalidad, con un origen y destino determinados y entre medias se rellena con sub-barrios, infraviviendas, barriadas donde la policía no entra: poblados, chavolas, lo que en Brasil se dicen favelas, y que en Buenos Aires se llaman "villas".
Como cualquier megápolis, ésta no representa a un país entero, es más, se podría decir que es un país en sí. Nueva York no representa a los Estados Unidos, por lo tanto Buenos Aires no representa a la Argentina. No visitamos la otra Argentina, la de “provincias", que es como llaman con cierto despecho los porteños al resto del país. En el empeño de los grandes países americanos (como en USA), cada región se destina a un tipo de producción nacional: así, Mendoza produce el vino, junto a San Juan. Misiones produce la yerba mate. La Pampa acoge “eco” turismo, como Bariloche. Resultan ser uno de los grandes acuíferos mundiales. Ocurre que multimillonarios gringos están comprando miles de hectáreas en estas provincias-reservas. Este tema es el dolor nacional, es un nuevo colonialismo, un robo a su tierra. Los multimillonarios han justificado esas compras como altruistas, (¿desde cuándo una compra es altruista?) por miedo, dicen, a que el gobierno argentino no administre bien. Con intención de preservarlas. Quizás algo de razón tengan. Hasta los mismos argentinos temen los movimientos de su gobierno, dado las cagadas a las que les tienen acostumbrados.
Repito que no podré comentar nada de Córdoba, o Misiones o la Rioja, ya que en quince días no visitamos nada fuera del extrarradio de la provincia de Bs. As. (asií, de esta manera, los argentinos refieren a la ciudad de manera más rápida, como a NewYork se la dice NYC). La diferencia entonces entre porteños y el “resto” de argentinos queda clara. El porteño es un europeo, en orígenes, constumbre y cultura. Españoles, italianos, polacos. El argentino es más nativo, más raza como dirían los mexicanos. En esas sangres corre el mapuche. Las provincias no se llevan muy bien con el porteño, considerado arrogante y que trata con desprecio al resto del país. Algo parecido a la visión del estadounidense con respecto al neoyorquino. o incluso al "español" con el madrileño.
Dos semanas recorriendo la ciudad de "Santa María de los Buenos Ayres", así con "Y" y todo. El Buenos Aires que se ve, sus casas, su comida, fue un experimento, una bienintencionada mejora: arquitectos de moda en el siglo XIX vinieron directamente de París para trazar las venas de la ciudad, perfeccionando, purificando la ya existente en las grandes ciudades del sur de Europa. Bs. As. recuerda siempre a Madrid, a París, a Roma. La estructura de las calles es cuadriculada, de calles anchas y con una dirección única de tráfico. Todo dividido en "cuadras" si se mira
desde o hacia el cielo. Pero estamos en Sudamérica. Aquí hay vida, no mejoras. El experimento se intoxicó de la anarquía de las Américas, del “factor latino”. Hay que mirar al suelo y no tropezar en el empedrado, a ratos parcheado con alquitrán, con las cacas de perro que cuadriplican en número a las de Madrid, esquivar la marabunta de gente que va y viene. Hay que estar muy vivo, muy despierto. Y así no ser atropellado por ese tráfico legendario, asesino.
Mucho andar. Lo que hace todo hijo de vecino en todo el mundo. Menos en USA. Manteniendo la figura y los glúteos tersos. Si en Cádiz tienes un "frutos secos" en cada esquina, como bares en Madrid, lo que tienes en Bs. As. son Maxiquioscos. Estos lugares hacen de tienditas que venden bebidas, refrescos, cigarrillos, el periódico y lo más pecaminoso de la gastronomía porteña: los alfajores. El primer día, a eso de la una de la mañana, andábamos por la zona del Congreso (en el centro) y paré en mi primer maxiquiosco para probar estas delicias: alfajor de baño de chocolate negro, relleno de dulce de leche, el llamado "clásico". No pude parar desde entonces. ¿Cuál es el mejor? Después de mi concienzudo estudio puedo concluir lo siguiente: Terrabusi clásico, Terrabusi triple o torta, bocaditos Marroc y bocadito Cabsha. ¿Cuál es el preferido del porteño? ¿Coincide? No, prefiere Havanna, que no se vende en maxiquioscos y que tiene sus propios cafeterías de venta, sobrevalorado, imagino que por sentimentalismo bonaerense (si eres madrileño captarás la idea: las mejores cañas son de Mahou, ¿verdad?). En cualquier caso, el cono de dulce de leche de reposteria cubierto de chocolate negro de Havanna no tiene parangón.
Mi dieta a base de alfajores tuvo sus consecuencias: mi famosa tripa cervecera creció en tamaño, haciéndome mas difícil la vida en esta ciudad de flacos. Porque si los argentinos/as suelen ser petisos (bajitos) y flacos. No importa la gran cantidad de carne y pasta y alfajores que pueden llegar a comer, es algo de genes. Desde que llegué no pude hacerme con ninguna remera (camiseta) a mi medida, todas las tallas que se inventasen no tenían nada que hacer con mi diámetro y altura. Este complejo de gordo me acompañó todo el viaje hasta que de vuelta en USA, al bajar del avión en Dallas, me relajé viendo el panorama y volví a ser ese flaco europeo que soy por estos lares. Me felicité comiéndome un alfajor cordobés. Mi dieta tenía que ser sana y variada. El primer día ya tuve mi primer asado, como una primera comunión, la paella dominguera del porteño. Recordad, la carne de res Argentina es la más exquisita del mundo. Se asan para acompañar al corte de carne morcilla vasca, chorizo colorado, chinchulín (tripa) , vacío, molleja ( glándulas). Acompáñese de chimichurri y salsa criolla. Ensalada de zanahoria rallada o de radiccetta. Los vinos siempre de Argentina. Recomendable cualquier Malbec de Mendoza. ¿Postre? Flan con dulce de leche, ¡cómo no! Asados como este me morfé unos cinco. Otros platos típicos porteños son las empanadas, las pastas italianas, las tortas y las pizzas. En una prisa existe la milanesa o la suprema de pollo, Napolitana o Suiza. La picada. La lengua en vinagreta. El matahambre, frio o caliente. Como veis las gastronomías italiana y española se ven reforzadas con ese toque. Esto es algo curioso, el porteño no cocina mucho, pues tiene a su disposición en cada esquina de cada cuadra, como los maxiquioscos, casas de comida con venta a domicilio. Y si no, siempre hay restaurantes. Y cierran tarde, como Dios manda. Yo en los quince días no probé un plato cocinado por Marta ni Carlos. Todo era encargado, pero todo casero.
La amenaza se cierne con forma de M. McDonalds esta cada vez más presente y con un buen giro de marketing, todos sus locales se “camuflan” con el resto de cafés y restaurantes: Ronald McDonald no está saludando fuera, y dentro las sillas de diseño y el olor a café expresso confunden a la gente, que por momentos ignoran que se metieron en la boca del lobo. A dos cuadras de Viel, “headquarter” de la familia Gonzalez-Bosc, pasa la calle Rivadavia. Esta calle es famosa por medir veinticinco kilómetros. Las coincidencias de la vida, justo a dos cuadras de mi casa en Albuquerque pasa la route 66, la legendaria carretera de Thelma y Louise (para que nos entendamos, también de la generación Beat, de easy rider, etc.). La Bersuit canta en su “argentinidad al palo”: la calle más larga, el río más ancho. El río es el Plata. No se ve el otro lado. Los españoles lo confundieron con el mar. Cuando lo cruzaron, dieron con Uruguay. Ahora ya no se ve ni el fondo de tanta basura arrojada a él.Y desde el parque de Rivadavia podés agarrar el Subte, la linea A. Los vagones del siglo pasado, de madera, siguen circulando. Las estaciones mantienen los comerciales de principios de siglo.
De viaje nos fuimos a Buenos Aires durante dos semanas con la excusa de trabajar. La razón del viaje era un Congreso Ibero-latinoamericano que duraba una semana. Así que Laura, mi jefa, nos apuntó a mí y a ella al Congreso y nos llevamos a nuestros respectivas parejas... Ya que nos poníamos fuimos dos semanas... Al Congreso en sí fuimos un día, el que nos tocaba estar.
Así que llegamos al mérito centro geográfico de Buenos Aires, barrio de Caballito, donde viven los padres de Laura: Marta y Carlos. Marta llevaba meses preparando nuestra llegada. Incluso nos prepararon un garage en la última planta del edificio para que durmiéramos Rebeca y yo.
Buenos Aires es una ciudad gigantesca, europea, pero con el toque sudamericano característico: barrios con personalidad, con un origen y destino determinados y entre medias se rellena con sub-barrios, infraviviendas, barriadas donde la policía no entra: poblados, chavolas, lo que en Brasil se dicen favelas, y que en Buenos Aires se llaman "villas".
Como cualquier megápolis, ésta no representa a un país entero, es más, se podría decir que es un país en sí. Nueva York no representa a los Estados Unidos, por lo tanto Buenos Aires no representa a la Argentina. No visitamos la otra Argentina, la de “provincias", que es como llaman con cierto despecho los porteños al resto del país. En el empeño de los grandes países americanos (como en USA), cada región se destina a un tipo de producción nacional: así, Mendoza produce el vino, junto a San Juan. Misiones produce la yerba mate. La Pampa acoge “eco” turismo, como Bariloche. Resultan ser uno de los grandes acuíferos mundiales. Ocurre que multimillonarios gringos están comprando miles de hectáreas en estas provincias-reservas. Este tema es el dolor nacional, es un nuevo colonialismo, un robo a su tierra. Los multimillonarios han justificado esas compras como altruistas, (¿desde cuándo una compra es altruista?) por miedo, dicen, a que el gobierno argentino no administre bien. Con intención de preservarlas. Quizás algo de razón tengan. Hasta los mismos argentinos temen los movimientos de su gobierno, dado las cagadas a las que les tienen acostumbrados.
Repito que no podré comentar nada de Córdoba, o Misiones o la Rioja, ya que en quince días no visitamos nada fuera del extrarradio de la provincia de Bs. As. (asií, de esta manera, los argentinos refieren a la ciudad de manera más rápida, como a NewYork se la dice NYC). La diferencia entonces entre porteños y el “resto” de argentinos queda clara. El porteño es un europeo, en orígenes, constumbre y cultura. Españoles, italianos, polacos. El argentino es más nativo, más raza como dirían los mexicanos. En esas sangres corre el mapuche. Las provincias no se llevan muy bien con el porteño, considerado arrogante y que trata con desprecio al resto del país. Algo parecido a la visión del estadounidense con respecto al neoyorquino. o incluso al "español" con el madrileño.
Dos semanas recorriendo la ciudad de "Santa María de los Buenos Ayres", así con "Y" y todo. El Buenos Aires que se ve, sus casas, su comida, fue un experimento, una bienintencionada mejora: arquitectos de moda en el siglo XIX vinieron directamente de París para trazar las venas de la ciudad, perfeccionando, purificando la ya existente en las grandes ciudades del sur de Europa. Bs. As. recuerda siempre a Madrid, a París, a Roma. La estructura de las calles es cuadriculada, de calles anchas y con una dirección única de tráfico. Todo dividido en "cuadras" si se mira
desde o hacia el cielo. Pero estamos en Sudamérica. Aquí hay vida, no mejoras. El experimento se intoxicó de la anarquía de las Américas, del “factor latino”. Hay que mirar al suelo y no tropezar en el empedrado, a ratos parcheado con alquitrán, con las cacas de perro que cuadriplican en número a las de Madrid, esquivar la marabunta de gente que va y viene. Hay que estar muy vivo, muy despierto. Y así no ser atropellado por ese tráfico legendario, asesino.
Mucho andar. Lo que hace todo hijo de vecino en todo el mundo. Menos en USA. Manteniendo la figura y los glúteos tersos. Si en Cádiz tienes un "frutos secos" en cada esquina, como bares en Madrid, lo que tienes en Bs. As. son Maxiquioscos. Estos lugares hacen de tienditas que venden bebidas, refrescos, cigarrillos, el periódico y lo más pecaminoso de la gastronomía porteña: los alfajores. El primer día, a eso de la una de la mañana, andábamos por la zona del Congreso (en el centro) y paré en mi primer maxiquiosco para probar estas delicias: alfajor de baño de chocolate negro, relleno de dulce de leche, el llamado "clásico". No pude parar desde entonces. ¿Cuál es el mejor? Después de mi concienzudo estudio puedo concluir lo siguiente: Terrabusi clásico, Terrabusi triple o torta, bocaditos Marroc y bocadito Cabsha. ¿Cuál es el preferido del porteño? ¿Coincide? No, prefiere Havanna, que no se vende en maxiquioscos y que tiene sus propios cafeterías de venta, sobrevalorado, imagino que por sentimentalismo bonaerense (si eres madrileño captarás la idea: las mejores cañas son de Mahou, ¿verdad?). En cualquier caso, el cono de dulce de leche de reposteria cubierto de chocolate negro de Havanna no tiene parangón.
Mi dieta a base de alfajores tuvo sus consecuencias: mi famosa tripa cervecera creció en tamaño, haciéndome mas difícil la vida en esta ciudad de flacos. Porque si los argentinos/as suelen ser petisos (bajitos) y flacos. No importa la gran cantidad de carne y pasta y alfajores que pueden llegar a comer, es algo de genes. Desde que llegué no pude hacerme con ninguna remera (camiseta) a mi medida, todas las tallas que se inventasen no tenían nada que hacer con mi diámetro y altura. Este complejo de gordo me acompañó todo el viaje hasta que de vuelta en USA, al bajar del avión en Dallas, me relajé viendo el panorama y volví a ser ese flaco europeo que soy por estos lares. Me felicité comiéndome un alfajor cordobés. Mi dieta tenía que ser sana y variada. El primer día ya tuve mi primer asado, como una primera comunión, la paella dominguera del porteño. Recordad, la carne de res Argentina es la más exquisita del mundo. Se asan para acompañar al corte de carne morcilla vasca, chorizo colorado, chinchulín (tripa) , vacío, molleja ( glándulas). Acompáñese de chimichurri y salsa criolla. Ensalada de zanahoria rallada o de radiccetta. Los vinos siempre de Argentina. Recomendable cualquier Malbec de Mendoza. ¿Postre? Flan con dulce de leche, ¡cómo no! Asados como este me morfé unos cinco. Otros platos típicos porteños son las empanadas, las pastas italianas, las tortas y las pizzas. En una prisa existe la milanesa o la suprema de pollo, Napolitana o Suiza. La picada. La lengua en vinagreta. El matahambre, frio o caliente. Como veis las gastronomías italiana y española se ven reforzadas con ese toque. Esto es algo curioso, el porteño no cocina mucho, pues tiene a su disposición en cada esquina de cada cuadra, como los maxiquioscos, casas de comida con venta a domicilio. Y si no, siempre hay restaurantes. Y cierran tarde, como Dios manda. Yo en los quince días no probé un plato cocinado por Marta ni Carlos. Todo era encargado, pero todo casero.
La amenaza se cierne con forma de M. McDonalds esta cada vez más presente y con un buen giro de marketing, todos sus locales se “camuflan” con el resto de cafés y restaurantes: Ronald McDonald no está saludando fuera, y dentro las sillas de diseño y el olor a café expresso confunden a la gente, que por momentos ignoran que se metieron en la boca del lobo. A dos cuadras de Viel, “headquarter” de la familia Gonzalez-Bosc, pasa la calle Rivadavia. Esta calle es famosa por medir veinticinco kilómetros. Las coincidencias de la vida, justo a dos cuadras de mi casa en Albuquerque pasa la route 66, la legendaria carretera de Thelma y Louise (para que nos entendamos, también de la generación Beat, de easy rider, etc.). La Bersuit canta en su “argentinidad al palo”: la calle más larga, el río más ancho. El río es el Plata. No se ve el otro lado. Los españoles lo confundieron con el mar. Cuando lo cruzaron, dieron con Uruguay. Ahora ya no se ve ni el fondo de tanta basura arrojada a él.Y desde el parque de Rivadavia podés agarrar el Subte, la linea A. Los vagones del siglo pasado, de madera, siguen circulando. Las estaciones mantienen los comerciales de principios de siglo.
Vamos a visitar los barrios. Palermo Hollywood, es el “Soho”de Bs. As. El diseño argentino está muy presente, no solo en este barrio. Ante la falta de espacio, los jóvenes diseñadores se colocan en las calles con sus mercancías, incluso dentro de los bares y restaurantes. El ambiente es como un Rastro los domingos. Puesto que ninguna talla está hecha para mí, los pesos que me ahorraba los gastaba felizmente Rebeca en comprar bolsitos, remeras, zapatos, y demás.
Y de noche vamos a San Telmo. Madrid de los Austrias. Bares de tango para guiris. Jolgorio, noche, buen ambiente. Por la mañana a Matadero, el barrio diseñado como tal. No tan turístico, más decadente, con una Villa a pocas cuadras. Tienen una feria de artesanías. Cintos de cuero crudo, con la banda gaucha como diseño. Deliciosos ravioles rellenos de ricota en el almuerzo con la familia de Diego. Caigamos en la tentación de comer un bife de chorizo a la brasa. Visita al museo gaucho. Empiezo a ver en las fachadas algo original, que no copia el estilo europeo. Es el fileteado porteño, los dibujos ultracoloridos y recargados que se utilizaban en los colectivos ( los autobuses) y que ahora se explotan para decorar los carteles de los negocios. Por la noche vamos a un concierto de Amparanoia, que vino desde Madrid. La acompaña Mimi Maura, Ska local.
Y de noche vamos a San Telmo. Madrid de los Austrias. Bares de tango para guiris. Jolgorio, noche, buen ambiente. Por la mañana a Matadero, el barrio diseñado como tal. No tan turístico, más decadente, con una Villa a pocas cuadras. Tienen una feria de artesanías. Cintos de cuero crudo, con la banda gaucha como diseño. Deliciosos ravioles rellenos de ricota en el almuerzo con la familia de Diego. Caigamos en la tentación de comer un bife de chorizo a la brasa. Visita al museo gaucho. Empiezo a ver en las fachadas algo original, que no copia el estilo europeo. Es el fileteado porteño, los dibujos ultracoloridos y recargados que se utilizaban en los colectivos ( los autobuses) y que ahora se explotan para decorar los carteles de los negocios. Por la noche vamos a un concierto de Amparanoia, que vino desde Madrid. La acompaña Mimi Maura, Ska local.
Visitamos la Boca, barrio obrero el más centrado de todos, santo Maradona. Bs. As. se divide en dos, Boca y River. La cancha, el orgullo. El fútbol es más que una religión para el argentino. En La Boca está Caminito, una pequeñita barriada que mantiene las coloridas casas de chapa que aglutinaban a todos los inmigrantes allá por el principio de siglo. El alma tanguero, como Gardel. Todos vivían así, los tanos, los gallegos, los turcos, los rusos. Y así se invento el lunfardo, el lenguaje tanguero y de uso en todo Bs. As. Presente en cualquier conversación, por momentos puede parecer otro idioma diferente del castellano. Esas casas donde una familia habitaba una habitación y todos utilizaban el mismo espacio para cocinar y asearse se llaman “conventillos”. Las encuentras en todas las cuadras de todos los barrios, en la Paternal, en Caballito. Pero ninguno tan coloridos como los de Caminito. Como suele pasar con algo tan característico, esta zona del barrio de La Boca es un parque temático, con diez veces más extranjeros que vecinos. Vámonos a un bar a tomar una Quilmes imperial, mientras esperamos entrar al Teatro de la Ribera a ver una obra de los Macocos. ¡Que grandes!, como grandes son y serán los Luthiers. Comedia muy viva. Otro personaje a destacar, si os gustan Faemino y cansado, es el gordo Caseros.
Fuimos al Teatro Colón, el teatro más grande de Bs. As. justo a tiempo. Lo cierran por “reforma” durante dos años. Como despedida montaron un concierto de la negra Mercedes Sosa. A mí esta mina me da igual, che, yo no soy tan rojeras. Pero el teatro es lindo. Por cinco pesos nos colocaron en el gallinero del teatro, ellos lo llaman el paraíso. Medio dormido por las nanas que canta esta mujer me bajé al segundo piso y me colé en los palcos. ¡Que piola!, acá se oye mejor. Más pizza en Paternal, en la Ferreiro, dicen que la mejor de la ciudad. A la piedra. Además de las clásicas pedimos una llamada “Argentina 78”. De mi trato con argentinos, en general, observo que la cronología de la vida se basa en campeonatos, mundiales, ligas. De pasada por la Paternal vemos a un grupo ensayando la murga para los carnavales, en febrero. La murga es un baile negro, que viene de Uruguay pero que se implanta en Bs. As. Recuerda a una Campoeira sencilla. Percusión y saltos. Vamos en el Volkswagen de Laura pillando baches y botando. Los autos recuerdan a Europa, Fiat, Citroen, Peugeot, Renault. Mirando por la ventanilla se ven las pintadas en las paredes. Nada de arte. Pintadas con prisa, en negro, aparecen los nombres de grupos de rock nacional: hijos de babel, la bersuit, la renga, la 25, los piojos, las pelotas, redonditos de ricotta, al lado alguien ha escrito, no sé si de broma, “repollitos de Bruselas”. Alguna carta de amor. Raquel vos sos mi vida. Si vivieras en el sielo, me mataría para veros. La mejor filosofía urbana: nuestra abundancia es el hambre y la miseria.
Fuimos al Teatro Colón, el teatro más grande de Bs. As. justo a tiempo. Lo cierran por “reforma” durante dos años. Como despedida montaron un concierto de la negra Mercedes Sosa. A mí esta mina me da igual, che, yo no soy tan rojeras. Pero el teatro es lindo. Por cinco pesos nos colocaron en el gallinero del teatro, ellos lo llaman el paraíso. Medio dormido por las nanas que canta esta mujer me bajé al segundo piso y me colé en los palcos. ¡Que piola!, acá se oye mejor. Más pizza en Paternal, en la Ferreiro, dicen que la mejor de la ciudad. A la piedra. Además de las clásicas pedimos una llamada “Argentina 78”. De mi trato con argentinos, en general, observo que la cronología de la vida se basa en campeonatos, mundiales, ligas. De pasada por la Paternal vemos a un grupo ensayando la murga para los carnavales, en febrero. La murga es un baile negro, que viene de Uruguay pero que se implanta en Bs. As. Recuerda a una Campoeira sencilla. Percusión y saltos. Vamos en el Volkswagen de Laura pillando baches y botando. Los autos recuerdan a Europa, Fiat, Citroen, Peugeot, Renault. Mirando por la ventanilla se ven las pintadas en las paredes. Nada de arte. Pintadas con prisa, en negro, aparecen los nombres de grupos de rock nacional: hijos de babel, la bersuit, la renga, la 25, los piojos, las pelotas, redonditos de ricotta, al lado alguien ha escrito, no sé si de broma, “repollitos de Bruselas”. Alguna carta de amor. Raquel vos sos mi vida. Si vivieras en el sielo, me mataría para veros. La mejor filosofía urbana: nuestra abundancia es el hambre y la miseria.
Si pasas por el centro financiero aun se ven las pintadas en la fachada de los bancos: chorros, forros de mierda, truchos, chantas. No fue la primera vez. La ultima hace cuatro años. El granero del mundo, la potencia mundial se hundió en la mierda. El consumo de primer mundo, europeo, se caía por el desagüe. Piénsalo, un país basado en la clase media. Como España, USA. Es un aviso, tomad nota. Pero, otra vez se levanta. Quejándose, siempre se queja el argentino, si no, no lo sería. Y así el argentino habla de dinero, de la guita, de los mangos, de las lucas que cuesta esto o aquello. Tiene miedo. Se acostumbró a vivir bien y llevará siempre el peso de que alrededor todos son ladrones. Y sigue adelante. Y emigra proveniente de un país rico y va a otro. Con nostalgia legendaria emigra a Madrid, a Roma, porque le recuerda su Bs. As. Sus abuelos y bisabuelos salieron de allí, y crearon una ciudad a su gusto. Y ahora se da la vuelta la torna. Son nuestros primos, ¿no os dáis cuenta?